Prédicas para jóvenes

El joven que volvió en sí

Doy gracias al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo por permitirme dirigir este mensaje a los jóvenes, para hablarles sobre el inmenso amor y la misericordia de Jesús, el Hijo del Dios altísimo, quien ama a los jóvenes y quiere usarlos con poder desde los días de su juventud para gloria de su Nombre (2 Timoteo 2:21). ¡Bendito y alabado sea el Nombre de nuestro Señor Jesucristo!

Sin lugar a dudas la parábola del hijo pródigo (S. Lucas 15:11-32) ha sido uno de los mensajes más predicados y enseñados por la Iglesia del Señor. Es un bello mensaje que habla sobre el amor y la misericordia de Jehová Dios hacia toda aquella persona que viene a Él con un corazón contrito y humillado (Salmos 51:17). Ciertamente todo joven que viene a Jesús y se arrepiente genuinamente de sus pecados encontrará perdón (Salmos 130:3-4), restauración (S. Lucas 4:18-21) y vida eterna (S. Juan 11:25).  Sin embargo, hoy quiero invitarte a que aprendamos más sobre el estado en que el hijo pródigo se encontraba antes de volver a su padre. Veamos lo que dice la Biblia:

También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.  (S. Lucas 15:11-12)

En su parábola Jesús mencionó a un hombre que tenía dos hijos, y el hijo menor le pidió que le diera la parte de los bienes que le correspondía. Según la ley dada a Moisés, cuando un hombre tenía dos o más hijos, el hijo mayor (el primogénito) debía recibir una doble parte de la herencia de su padre (Deuteronomio 21:15-17). Es decir, el hijo mayor debía recibir el doble de lo que los otros hijos menores recibirían. Otro punto importante es que generalmente los bienes (la herencia) se repartían después de la muerte del padre. No obstante, el hijo menor de este hombre le pidió que le diera la parte de los bienes que le correspondía (S. Lucas 15:12). Este joven no quiso esperar, decidió cambiar radicalmente su vida para mal. La Biblia también nos dice:

No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. (S. Lucas 15:13).

La expresión “juntándolo todo” en términos comerciales se puede interpretar como “vendió la parte que le correspondía” o “convirtió los bienes en efectivo”. Dando a entender que este joven vendió lo que había recibido de su padre, y malgastó el dinero que había obtenido por la venta de sus bienes. La Biblia dice literalmente: “y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.” La palabra “pródigo” que se usa en la versión Reina-Valera 1960 para titular esta parábola, significa “disipador o gastador”, esta palabra describe perfectamente la actitud del joven. Este joven se dejó seducir por las cosas que hay en el mundo (1 Juan 2:16), y tales cosas le fueron tan atractivas que no le importó dejar a su padre, y la cobertura y protección que él le daba en su casa.

La Biblia también nos enseña que una vez que este joven hubo malgastado todo su dinero, vino hambre en la provincia donde él se encontraba, tuvo necesidad, le pidió ayuda a un hombre, fue enviado a una hacienda a apacentar cerdos, y era tanta el hambre que este joven sentía que deseaba comer de la comida de los cerdos (S. Lucas 15:14-16). Podemos ver cómo este joven después de tenerlo todo, perdió lo que tenía y le vino necesidad y humillación. Vemos cómo la desobediencia y el pecado de este joven le trajeron vergüenza a su vida, ya que bíblicamente sabemos que los cerdos eran animales impuros para los judíos (Levítico 11:7-8, Deuteronomio 14:8), y el trabajo de tener que cuidar cerdos era una cosa despreciable para un judío. Tal vez tú como joven puedas decir: “Sí, yo ya había leído la historia del hijo pródigo”, “Sí, ya he escuchado muchas prédicas sobre lo que le pasó a ese joven”. Sin embargo, te invito a leer uno de los versículos que más me impactó sobre esta parábola:

Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! (S. Lucas 15:17)

Nuestro Señor Jesucristo utilizó la expresión “volviendo en sí”, para referirse al punto cuando este joven (el hijo pródigo) se dio cuenta de su condición. Algunos sinónimos de la expresión “volver en sí” son: “recobrarse”, “recuperar la consciencia”, “restablecerse”, “reponerse”. Por ejemplo, cuando una persona se desmaya, es común que la gente use la expresión “volver en sí” para describir el momento cuando la persona recupera la consciencia, los sentidos, el equilibrio para ponerse de pie, etc. Lo que me impacta del uso de esta expresión, es que con ella nuestro Señor Jesucristo nos muestra el estado de ceguera y adormecimiento espiritual que este joven tenía. Cuando un joven entra en el estado que entró el hijo pródigo, nada le parece malo, todo lo que hace en su opinión está bien (Proverbios 14:12), desprecia la disciplina y la corrección menospreciando de esta forma su propia alma (Proverbios 15:32). No en vano la Biblia enseña:

Pobreza y vergüenza tendrá el que menosprecia el consejo; Mas el que guarda la corrección recibirá honra. (Proverbios 13:18)

Como leímos antes en S. Lucas 15:13 el hijo pródigo se dedicó a desperdiciar sus bienes viviendo perdidamente. Estamos en un mundo que les enseña a los jóvenes a vivir de esa forma (perdidamente). Los jóvenes están expuestos cada día a un bombardeo masivo de información que les dice que pueden vivir como ellos quieran, porque según ellos, Dios no existe (Salmos 14:1), están expuestos a compañeros de clases, profesores y científicos que se basan en la mal llamada ciencia para decirles que no hay un Dios en los cielos (1 Timoteo 6:20-21), e igualmente están expuestos a mal llamados “amigos” que les invitan constantemente a vivir perdidamente como lo hizo el hijo pródigo (Proverbios 13:20).

El hijo pródigo quiso conseguir independencia, la cual era falsa. Quiso dejar de depender de su padre, el cual sabemos que en la parábola representa a Dios. Y es eso exactamente lo que Satanás y sus demonios quieren que los jóvenes hagan: Que se “independicen” de Dios, que dejen su cobertura, su protección, que tengan en poco el amor que Jesús tiene por ellos, y que se vuelvan a los placeres temporales del mundo (1 Juan 2:17). Podemos ver por ejemplo cómo la mal llamada ciencia se multiplica y avanza a pasos agigantados en estos últimos tiempos (Daniel 12:4), la medicina avanza y muchos quieren que siga avanzando para dejar de depender de Jesús, nuestro sanador por excelencia (Isaías 53:4-5), y decir de forma soberbia: “Hay medicina para eso”, “hay operación para esto”, “hay antídoto para esto otro sin necesidad de buscar a Jesús”. La ingeniería genética también avanza para crear “nuevas” especies de plantas más resistentes y productivas, y frutos más grandes y abundantes, pero mucho de esto es simplemente el reflejo del intento del hombre por dejar de depender de la providencia de Dios, Jehová-Jireh (Génesis 22:14), y decir “yo he creado mejores semillas y frutos que los que Dios pudo crear”. Aberraciones humanas y demoníacas como la “clonación humana” son sueños de Satanás, quien es un imitador, para decir que él también puede producir vida y seres humanos superiores a los que Dios creó, lo cual es una mentira. El punto que quiero tocar con estos ejemplos, es que nos ha tocado vivir en una sociedad dispuesta a hacer cualquier cosa para poder decir que no necesita a Dios (Romanos 1:21-23), y que quiere que las nuevas generaciones, los jóvenes, tomen este mensaje y se apropien de él.

Cuando un joven decide seguir y obedecer la falsa promesa de “libertad e independencia” que el mundo le ofrece, el joven deja de poner su mirada en Cristo (Hebreos 12:2) y la pone en las cosas vanas, perecederas y pasajeras de este mundo. Y aun sabiendo que es mejor depender enteramente de Jesús, la vid verdadera, porque sin Él nada podemos hacer (S. Juan 15:5); el joven decide endurecer su corazón, y empeñarse en dejar a Jesús, y las bendiciones espirituales que nuestro Padre celestial nos ofrece por medio de Jesús, su Hijo amado (Efesios 1:3). Cuando el joven se deja seducir por el mundo, pone su mirada en las cosas del mundo, y se deja guiar por lo que su corazón le dice que haga. El joven se vuelve soberbio y altivo de espíritu, se cree indestructible, sabio en su propia opinión, se cierra a todo tipo de consejo y exhortación, y cree que es capaz de controlar su propia vida sin darles cuentas a Dios ni a sus padres. En el mundo hay miles de canciones, libros y consejos que le enseñan a la juventud cosas como: “Oye lo que tu corazón te dice”, “sigue lo que tu corazón te mande y todo estará bien”. Todo para que el joven se crea autosuficiente e independiente, pero la Biblia nos enseña:

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jeremías 17:9)

Y el mismo Dios responde:

Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. (Jeremías 17:10)

El joven que decide poner el rumbo de su vida en lo que su corazón le dicta, siempre irá hacia un final tormentoso y doloroso. Porque la Biblia declara que éste es extremadamente engañoso y perverso, lo cual desmiente las falsas enseñanzas que el mundo les da a los jóvenes de “poner su confianza en la voz de su corazón”. El hijo pródigo puso su mirada en las cosas del mundo y se dejó guiar por lo que su corazón le hacía sentir. Dejó a su padre quien lo amaba, desperdició todo cuanto tenía y fue avergonzado, todo por haber obedecido lo que su corazón le decía.  Por esa razón, es importante que los jóvenes depositen su corazón en las manos de Cristo Jesús (Proverbios 23:26) para que Él lo guarde y lo guíe.

El hijo pródigo se dejó guiar tanto por lo que su corazón le decía, que espiritualmente sus ojos fueron enceguecidos. No vio que lo que estaba haciendo le llevaría a destrucción. Este joven, dice la Biblia que desperdició todo cuanto tenía viviendo perdidamente y con prostitutas (S. Lucas 15:30), pero al deleitarse en su pecado, no supo administrar la bendición que había recibido de su padre, y no tuvo sabiduría para ver que en un futuro le podrían venir escasez y necesidad. Cuando un joven ha dispuesto en su corazón deleitarse en el pecado, sus ojos no pueden ver el peligro aunque lo tenga de frente. Otro ejemplo de esto es el joven Sansón, quien aun habiendo experimentado cómo Dalila lo engañaba, lo traicionaba y lo entregaba a los filisteos, él no se alertaba sobre lo peligrosa que era ella en su vida (Jueces 16:4-20). El joven Sansón volvió en sí hasta que ya era demasiado tarde, hasta que estaba sin ojos, encadenado y siendo víctima de la burla de sus enemigos (Jueces 16:21-27). Tanto Sansón como el hijo pródigo fueron adormecidos por el pecado. Tristemente este es el caso de millones de jóvenes en la actualidad, que no pueden ver el peligro que tienen de frente; que a lo malo le llaman bueno, y a lo bueno le llaman malo (Isaías 5:20). Ambos jóvenes pusieron su confianza en otras cosas y no en Jehová Dios. Sansón constantemente confiaba en su fuerza física, como el elemento clave de su victoria, y hacía alarde de su fuerza ante los hombres (Jueces 16:1-3). El hijo pródigo confió en que el dinero que había recibido producto de la venta de sus bienes siempre iba a estar con él, y que todo estaría bien por esa razón. Él confió en sus riquezas, aunque la Biblia declara la vanidad de las mismas:

¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas?
Porque se harán alas
Como alas de águila, y volarán al cielo. (Proverbios 23:5)

¿Cuántos jóvenes están viviendo de la misma forma que el hijo pródigo y Sansón? Jóvenes que no quieren ver el peligro que está en frente de ellos. Jóvenes que no quieren aceptar consejos. Jóvenes que han sido enceguecidos por el pecado, y que se dan cuenta de su error hasta que ya es demasiado tarde. Jovencitas que no ven el peligro hasta que tienen un embarazo no deseado. Jóvenes que no ven el peligro hasta que están en un hospital, cárcel o con una enfermedad terminal. Jóvenes que se llenan tanto de soberbia y altivez de espíritu que se rebelan contra Dios y sus padres, trayendo sobre ellos mismo quebrantamiento, caída, dolor y llanto. Por eso la Biblia nos enseña:

Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de la caída la altivez de espíritu. (Proverbios 16:18)

La voluntad de Dios no es que el joven vuelva en sí hasta que ya sea demasiado tarde. No quiere Dios que el joven vuelva en sí y recupere su vista para ver el peligro y su error hasta el final cuando ya todo marche mal, y haya dolor y sufrimiento en la vida del joven. Jesucristo ama a los jóvenes y quiere que aprendan de los jóvenes que cometieron errores antes, cuyos ejemplos están en la Biblia, para que ellos no cometan los mismos errores (2 Timoteo 3:16). Ese es el motivo por el cual nuestro Señor Jesucristo dice:

Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. (Apocalipsis 3:17-19)

El mensaje que nuestro Señor Jesucristo le dio a la Iglesia apóstata de Laodicea, se puede aplicar también a la vida del hijo pródigo, y a cualquier joven que quiera vivir o ya esté viviendo como el hijo pródigo. El hijo pródigo pensó que “era rico” y que de nada tenía necesidad, pero todo joven tiene que entender que Dios no ve las cosas como las ven los hombres (1 Samuel 16:7). Este joven al irse del lado de su padre para entregarse al mundo, se creyó autosuficiente y que nada le haría falta, pero delante de Dios era un “desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Todo joven que se va de la presencia del Señor a causa de las riquezas y otras pasiones juveniles, aunque él crea que está bien, delante del Señor no lo está. No obstante, nuestro Señor Jesucristo en su inmenso amor, sigue aconsejando a los jóvenes, como lo vemos en Apocalipsis 3:17-19. Jesús quiere que el joven compre “oro refinado en fuego, para que sea rico”, esto representa la gloria de Jehová nuestro Dios y todas las cosas que Él tiene preparadas para los que le aman, las cuales son mejores que cualquier riqueza que el joven pueda adquirir en este mundo. Jesús también quiere que los jóvenes compren “vestiduras blancas para vestirse”, esto es símbolo de las vestiduras blancas que todo joven que viene a Cristo con un corazón contrito y humillado recibe de parte del Señor. Son las vestiduras de la justificación que hay por medio de la Sangre de Jesucristo, el Cordero de Dios (Romanos 3:24), y también quiere que los jóvenes “unjan sus ojos con colirio, para que vean.” El colirio en este versículo se refiere a la unción del Santo Espíritu de Dios, la cual es la que les enseña todas las cosas a los jóvenes (1 Juan 2:27) y quita la ceguera espiritual para que el joven pueda ver y entender todas las cosas que se le presenten en su vida de una forma espiritual (1 Corintios 2:14-15). Para comprar todo esto, Jesús no le pide dinero al joven, porque Jesús mismo ha pagado el precio por todo con su preciosa sangre para que el joven pueda disfrutar estas cosas por gracia. Jesús sólo pide que el joven “sea celoso y se arrepienta”. Es decir, que sepa valorar lo que Dios le ha dado, que sea celoso en cuidarlo, y que se arrepienta de su pecado.

Estimado joven que has leído este mensaje. Jesucristo te ama con amor eterno (Jeremías 31:3), y quiere que HOY vengas al Él en busca de perdón y el oportuno socorro (Hebreos 4:16). Jesús no quiere que sigas viviendo esa vida desordenada y autosuficiente. Ciertamente algún día como joven tendrás que independizarte de tus padres terrenales, pero Dios quiere que nunca tratemos de independizarnos de Él, porque hemos sido creados para darle adoración, ese es el propósito de nuestras vidas (Salmos 115:1, Eclesiastés 12:13). Jesús no quiere que esperes el quebrantamiento y la caída para que vuelvas en sí, para que recapacites. Jesús está disponible para ti, para que vengas a Él y le pidas que te ayude a ver lo que a Él no le agrada de tu vida. JESUCRISTO te llama HOY para ayudarte. No importa lo enredada que esté tu vida, no importa qué tipo de pecados hayas estado cometiendo, ven a Jesucristo HOY, y recibe el perdón y la justificación que tu alma necesita. Joven, Jesucristo te dice:

Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. (S. Juan 6:37)

Les ama en Cristo,

Hno. Diederik Maynard